lunes, 16 de marzo de 2015

A gusto del Paladar

 "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado"(1Co 2:2)
         
Hoy en día esta de moda estos programas sobre cocina, donde se crean espectaculares platos que deleitan el paladar de aquellos que los degustan, algunos dulces, como tortas, Cupcakes y otros de despampanante presentación, donde cada uno tiene en común un adorno que les hace relucir, o mejor dicho "la guinda del pastel". De solo verlos ya el apetito comienza a crecer. Bueno, se preguntaran a que quieres llegar con esto?. Mi querido amigo esto no esta tan lejos de cada culto dominical, donde el sermón muchas veces es despampanante, dulce y que deleita el paladar(la carne), pero en su centro no está Jesucristo, sino que este mismo es usado como la "guinda" del pastel, solo un adorno de un sermón poco bíblico. Más las Escrituras son un todo coherente que apunta a Cristo y su obra de expiación, más el mismo san Pablo nos dice que en "Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" ( Col. 2:3). Y san Juan nos recuerda: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado". 

"Respecto a la afirmación de san Pablo, que Jesucristo nos ha sido dado "por sabiduría" (1Cor. 1:30), y en otro lugar, que en Él "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y conocimiento" (Col. 2:3), su sentido es un poco diverso del argumento que al presente tratamos; a saber, que fuera de Él no hay nada que valga la pena conocer, y que cuantos comprenden mediante la fe cómo es Él, tienen el conocimiento de la inmensidad de los bienes celestiales. Por ello el Apóstol escribe en otro lugar acerca de sí mismo: "me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1Cor. 2:2); porque no es lícito ir más allá de la simplicidad del Evangelio. Y la misma dignidad profética que hay en Cristo tiende a que sepamos que todos los elementos de la perfecta sabiduría se encierran en la suma de doctrina que nos ha enseñado"
Juan Calvino
Muy bien lo dice el reformador, que fuera de Él (Cristo) no hay nada que valga la pena conocer. Por esto mismo, Cristo debe ser el centro de toda predicación, y no solo eso, sino de nuestra vida. Es en Él donde hallamos el verdadero deleite para el alma, como también las riquezas para vida eterna. 
Cristo no es el adorno de un sermón, para nada, Él es el evangelio. Necesitamos orar por esto, ya que muchos usan el púlpito solo para expresar pensamientos propios alejados del verdadero evangelio de la Cruz de Cristo. Y no solo eso, sino también contender por la fe que una vez nos fue dada. Dios nos ayude a glorificar su nombre en la predicación.

Soli Deo Gloria.





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