Thomas Watson |
1° Una exhortación
Quisiera persuadir fervientemente a todos los que llevan el nombre de cristianos a ser amantes de Dios. "Amad al Señor, todos vosotros sus santos"(Sal. 31:23). Son pocos los que aman a Dios: son muchos los que le besan hipócritamente, pero son pocos los que le aman. No es tan fácil amar a Dios como la mayoría se imagina. El afecto del amor es natural, pero la virtud no lo es. Los hombres, por naturaleza, odian a Dios (Ro. 1:30). Los inicuos querrían huir de Dios; no quisieran estar bajo sus normas, ni a su alcance. Temen a Dios, pero no le aman. Toda la fuerza de los hombres o los ángeles no puede hacer que el corazón ame a Dios. Los mandatos no lo hacen de por sí, ni los juicios; es solo el poder omnipotente e invencible del Espíritu de Dios el que puede infundir amor en el alma. Al ser esta una obra tan dura, la prosecución de esta angélica virtud del amor demanda de nosotros la oración y el esfuerzo más fervientes. Para estimular e inflamar nuestros deseos hacia el mismo, prescribiré veinte motivos para amar a Dios.
(1) Sin esto, toda nuestra religión es vana. No es el deber, sino el amor al deber, lo que Dios toma en consideración. No se trata de cuanto hacemos, sino de cuánto amamos. Si un siervo no realiza su trabajo de buena gana y por amor, no es aceptable. Los deberes que no están mezclados con amor resultan tan gravosos a Dios como a nosotros. David aconseja, pues, a su hijo Salomón que sirva a Dios con ánimo voluntario (1 Cr. 28:9). Realizar un deber sin amor no es sacrificio, sino penitencia.
(2) El amor es la virtud más noble y excelente. Es una llama pura encendida desde el Cielo; mediante ella nos asemejamos a Dios, que es amor. Creer y obedecer no nos hacen semejantes a Dios, pero mediante el amor nos asemejamos más a Él (1 Jn. 4:16). El amor es una virtud que se deleita al máximo en Dios, y es la que más le deleita a Él. Aquel discípulo que estaba más lleno de amor se recostaba en el regazo de Cristo. El amor pone verdor y brillo en todas las virtudes; las virtudes parecen eclipsadas a menos que el amor brille y destelle en ellas. La fe no es verdadera a menos que obre por el amor. Las aguas del arrepentimiento no son puras a menos que fluyan de la fuente del amor. El amor es el incienso que hace a todos nuestros servicios fragantes y aceptables a Dios.
Deleite en Dios |
(Sacado del libro "Consolación Divina" grandes clásicos, del Puritano Thomas Watson)
Bueno amigos los dejo hasta aquí, hasta el numero tres, pero en estos días seguiremos con los demás items. Dios les bendiga. Soli Deo Gloria.
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