Puritanismo |
(4) Dios es el más adecuado y completo objeto de nuestro amor. Todas las excelencias que están desperdigadas en las criaturas están reunidas en Él. Él es sabiduría, hermosura, amor, sí, la esencia misma de bondad. Nada hay en Dios que cause aversión; la criatura hastía en lugar de satisfacer, pero siempre hay nuevas bellezas resplandeciendo en Dios. Cuando más gozamos de Él, tanto más nos extasiamos de deleite.
Nada hay en Dios que amortigüe nuestros afectos o apague nuestro amor, ninguna debilidad o deformidad como las que suelen debilitar y enfriar el amor. Hay una excelencia en Dios que no solo invita sino que demanda nuestro amor. Si hubiera más ángeles en le cielo de los que hay, y todos aquellos gloriosos serafines tuvieran una inmensa llama de amor ardiendo en sus pechos por toda la eternidad no podrían, sin embargo, amar a Dios de forma equivalente a esa infinita perfección y trascendencia de bondad que hay en Él. Sin duda, pues, hay suficiente para inducirnos a amar a Dios; no podemos prodigar nuestro amor a un objeto mejor.
(5) El amor facilita la religión. Lubrica las ruedas de los afectos, y los vuelve más vivos y animosos en el servicio de Dios. El amor elimina el tedio del deber, Jacob consideró siete años como poca cosa por el amor que tenía a Raquel. El amor convierte el deber en placer. ¿Por qué son los ángeles tan ligeros y alados en el servicio de Dios? Es porque le aman. El amor nunca se cansa: el que ama a Dios nunca se cansa de decirlo; el que ama a Dios nunca se cansa de servirle.
Thomas Watson |
(6) Dios desea nuestro amor. Hemos perdido nuestra hermosura y manchado nuestra sangre; sin embargo, el Rey del Cielo es un pretendiente nuestro. ¿Qué hay en nuestro amor para que Dios lo busque? ¿Qué beneficio le reporta a Dios nuestro amor? Él no lo necesita, es infinitamente bienaventurado en sí mismo. Si le negamos nuestro amor, Él tiene criaturas más sublimes que le rinden el alegre tributo del amor. Dios no necesita nuestro amor; sin embargo, lo busca.
(7) Dios merece nuestro amor,¡cómo nos ha amado! Nuestros afectos debieran encenderse con el fuego del amor de Dios. Qué milagro de amor es que Dios nos ame, cuando nada amable hay en nosotros. "Cuando estabas en tus sangres te dije: ¡vive!"(Ez. 16:6). El tiempo de nuestra aversión fue el tiempo del amor de Dios. Había algo en nosotros que producía el furor, pero nada que estimulase el amor. ¡Qué amor, que excede a todo conocimiento, fue el que nos dio Cristo! ¡Que Cristo muriera por los pecadores! Dios ha hecho que todos los ángeles en el Cielo se maravillen de este amor. Agustín dice: "La cruz es un púlpito, y la lección que Cristo predicó en él es el amor". ¡Oh, el amor viviente de un salvador moribundo! ¡Creo ver a Cristo sobre la cruz sangrando por todas partes! Creo que le oigo decirnos: "Acercad vuestras manos. Metedlas en mi costado. Sentid mi corazón sangrante. Ved si es que no os amo. ¿Y no depositareis vosotros vuestro amor en mi? ¿Amareis al mundo más que a mí? ¿Apaciguó el mundo la ira de Dios hacia vosotros? ¿No he hecho yo todo esto? ¿Y no me amaréis a mí?". Es natural amar cuando somo amados. Puesto que Cristo nos ha dejado un modelo de amor, y lo ha escrito con su sangre, esforcémonos por copiar ese buen modelo e imitarle en amor.
Bueno amigos los dejo con la segunda parte, en unos días más tendremos la tercera parte de esta exhortación a amar a Dios del libro "Consolación Divina" de Thomas Watson. Dios les bendiga. Coram Deo.
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