martes, 30 de junio de 2015

La Predicación

Es innegable la problemática que ocurre en "el púlpito", ¿¡que ha sucedido!? Hoy aquel lugar donde el nombre del Dios trino es levantado y exaltado esta en una profunda decadencia, alejado de todo sistema doctrinal y lógica bíblica. Esto no lo podemos negar, o hacer como que todo esta bien, ya que somos responsables delante de Dios al tener mas luz que los demás, y con esto me refiero que por la pura gracia de Dios conocemos y entendemos mas que aquellos que piensan que están bien. Somos llamados a escudriñar o mejor dicho examinar si lo que se predica está conforme a las Santas Escrituras. 



En el "Pulpito" donde debe ser predicada la Palabra de Dios como dice Gresham Machen: "El predicador pasa al frente, no saliendo de un lugar secreto de meditación y poder, no con la autoridad de la Palabra de Dios permeando su mensaje, no con la sabiduría humana relegada al fondo por la gloria de la cruz, sino con opiniones humanas acerca de los problemas sociales del momento o soluciones fáciles del vasto problema del pecado. Tal es el Sermón". ¡Esto es preocupante! Por supuesto que esto esta mal, ya que el mensaje entregado esta fuera de las esferas de la misma predicación..... Cristo no es el centro, la muerte vicaria de nuestro Señor a pasado a segundo plano, la verdadera fe se ha distorsionado por una "fe" que no es bíblica, sino que es una fe centrada en el humanismo, en el merito propio... Pero Cristo ya no es el deleite del alma, la vista del creyente se a desviado de la cruz, el arrepentimiento continuo y la búsqueda de gracia y perdón ya son ajenas y desconocidas para aquellos que llegan cada domingo a escuchar un sermón.

Hace tiempo atrás el predicador George Whitefield en uno de sus sermones sobre Jeremías 6:14 dice: "Así como Dios no puede enviar a una nación o pueblo una bendición mas grande que darles pastores fieles, sinceros y rectos, la maldición mas grande que Dios puede enviar a un pueblo de este mundo, es darle guías ciegos, no regenerados, carnales, tibios y no calificados.  No obstante, en todas las épocas, encontrarnos que han habido muchos ‘lobos vestidos de ovejas’, muchos que manejaban displicentemente conceptos fundamentales que no hablan asimilado en toda su profundidad, que restaban importancia a las profecías, desobedeciendo así a Dios. Tal como sucedía en el pasado, sucede ahora. Hay muchos que corrompen la Palabra de Dios y la manejan con engaño. Fue así de una manera especial en la época del profeta Jeremías; y él, fiel a su Señor, fiel a ese Dios que lo había empleado, no dejó de abrir su boca para profetizar en contra de ellos, y para presentar un noble testimonio para honra de aquel Dios en cuyo nombre hablaba" 
La Predicación
 
El predicador debe buscar glorificar a Dios por sobre todas las cosas, somos indicadores de Cristo, llamados a anunciar las virtudes de Aquel. Cristo es suficiente y no hay mas. Pero alguno dirá que no somos quienes para criticar, que solo debemos aceptar abiertamente todo lo que se nos dice, pero me pregunto ¿esto es correcto? ¡Para nada! Ya que algunos en su afán de justificar su testarudez de no presentarse como obreros aprobados (2Timoteo 2:154) usan el pulpito para enmendar su soberbia. Mi querido amigo, pastor que estas leyendo esto, si Cristo es solo la guinda de tu "atractivo sermón" déjame decirte que te has perdido del camino, reacciona y vuelve a los pies de la cruz, despierta de este letargo y contempla la hermosura de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo."Habiendo conocido su amor, el corazón del creyente siempre estará inquieto hasta que vea la gloria de Cristo. El punto culminante de todas las peticiones que Cristo hace a favor de sus discípulos es que vean su gloria. Entonces yo afirmo que uno de los beneficios más grandes para el creyente, en este mundo y en el venidero, es la consideración de la gloria de Cristo" John Owen

La predicación es el clamor de un mendigo a otro mendigo que ha encontrado el "Pan de Vida"... Jesucristo. Que Dios nos ayude.






 

lunes, 15 de junio de 2015

LA RESURRECCION DE JESUCRISTO PRONUNCIADO EL DIA DE PASCUA, EN EL CUAL SE CELEBRA LA SANTA CENA DE NUESTRO SEÑOR



"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la .semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
Entonces ellas, .saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán" (Mateo 28:1﷓10).
Juan Calvino Enseñando

A primera vista a uno le puede parecer extraño que nuestro Señor Jesús, queriendo dar evidencias de su resurrección, apareció más bien a mujeres que a sus discípulos. Pero en esto tenemos que considerar que él quería demostrar la humildad de nuestra fe. Porque no tenemos que estar basados en la sabiduría humana, sino que tenemos que recibir en absoluta obediencia lo que sabemos, reconociendo que procede de él. Por otra parte, no hay duda de que quiso castigar a sus discípulos, enviándoles mujeres para instruirlos, ya que la instrucción que ellos habían recibido de sus propios labios, llegado el momento de la prueba no les había aprovechado. Porque, vean cómo fueron dispersados. Abandonan a su Maestro; están turbados por el temor. ¿Y qué bien les hizo el haber estado más de tres años en la escuela del Hijo de Dios? Entonces, semejante cobardía merecía un gran castigo, incluso el de ser totalmente privados del conocimiento que habían recibido anteriormente, ya que, por así decirlo, lo habían pisoteado con sus pies y sepultado. Ahora, nuestro Señor Jesús no quiso castigarlos severamente, sino que, para mostrarles su falta mediante una gentil corrección, designó a unas mujeres para que fuesen sus maestros. De antemano habían sido acogidos para publicar el evangelio a todo el mundo (realmente son los primeros maestros de la Iglesia), pero puesto que fueron tan cobardes, al extremo de estar tan atónitos que incluso su fe resultó aplacada, ahora es totalmente correcto que sepan que no son dignos de oír ninguna enseñanza de la boca de nuestro Señor Jesucristo. Noten entonces, por qué son enviados de vuelta a las mujeres, hasta tanto hayan reconocido mejor sus faltas, y Jesucristo los haya restaurado a su posición y privilegio, pero por gracia. Además (como he dicho), en general todos nosotros somos exhortados a recibir el testimonio que nos es enviado por Dios, aun cuando las personas que hablan sean de poca importancia, o carentes de crédito o reputación en los ojos del mundo. Como de hecho ocurre cuando un hombre es elegido o nombrado para ser un notario público, o un empleado público, lo que haga será recibido como auténtico. Nadie diría esto o aquello para contradecirle. Porque el oficio le otorga respeto entre los hombres. Y, acaso tendrá Dios menos preeminencia que los príncipes terrenales cuando solamente ordena a los que él quiere como testigos suyos, de quienes uno recibe, sin contradicción o réplica lo que él quiere decir? Ciertamente, es preciso que sea así a menos que queramos ser rebeldes contra Dios mismo. Esto, entonces, tenemos que recordar en primer lugar.
Además notemos también que si bien nuestro Señor Jesucristo apareció a las mujeres, y estas recibieron el primer grado de honor, él mismo ofreció suficiente testimonio de su resurrección, de manera que si no cerramos nuestros ojos, ni nos tapamos nuestros oídos y por cierta malicia nos endurecemos y volvemos estúpidos, tenemos una certeza abundante de este artículo de la fe, puesto que también es de gran importancia. Porque cuando San Pablo refuta la incredulidad de aquellos que aun dudaban de que Jesús había sido levantado, no sólo menciona a las mujeres, sino que menciona a Pedro y Santiago, luego a los doce apóstoles, luego a más de quinientos discípulos a quienes apareció nuestro Señor Jesús. Cómo, entonces, podríamos excusar nuestra malicia y rebelión si no damos crédito a más de quinientos testigos que fueron escogidos para ese propósito, no de parte del hombre, sino por la soberana majestad de Dios. Y no fue solamente una vez que nuestro Señor Jesús ley, declaró que vivía, sino muchas veces. De esa manera, lo que dudaron los apóstoles y la incredulidad de ellos, debería servirnos como mayor confirmación. Porque si a la primera aparición hubieran creído en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, uno podría argumentar diciendo que fue demasiado simple. Pero ellos son tan lentos que Jesucristo tiene que amonestarlos por ser personas testarudas, carentes de fe, con la mente tan pesada y obesa que no entienden nada. Entonces, cuando los apóstoles demuestran estar tan poco preparados para recibir este artículo de fe, ello debería aumentar tanto más nuestra certeza. Porque el hecho de que este artículo les ha sido impuesto como por la fuerza, es buena razón para que nosotros sigamos ahora. Como dice: "Tomás, tú has visto, y por eso has creído, pero bienaventurados aquellos que creen sin haber visto." Entonces, ahora, cuando dice así que nuestro Señor Jesús apareció a dos mujeres, pensemos también en lo que se dice en los otros pasajes de San Pablo, para saber que no tenemos por qué tropezar ante aquellos que hablan para dar crédito a lo que dicen conforme a la importancia o condición de sus personas; en cambio deberíamos elevar nuestros ojos y nuestros sentidos para sujetarnos a Dios, que bien merece tener completa superioridad sobre nosotros, y para ser cautivos bajo la palabra suya. Porque si no nos dejamos enseñar ciertamente nunca obtendremos provecho de la enseñanza del Evangelio. Y si recibimos lo que Dios declara y nos testifica, no debemos considerarlo como una necedad. Porque cuando por la obediencia hayamos aprendido a aprovechar en su escuela y en la fe, entonces sabremos que la perfección de toda sabiduría es que seamos así, obedientes a él.
Vengamos ahora a esta historia que aquí se nos narra. Dice que "María Magdalena vino con sus compañeras, el primer día de los sábados, al sepulcro," es decir, el primer día de la semana. Porque los judíos guardan el sábado, al que llaman sabath, como día de descanso, puesto que también es eso lo que la palabra significa; luego, a los siguientes días de la semana los llaman primer día después del sabath, segundo día, etc. Ahora bien, puesto que cuentan el comienzo del día partiendo desde la puesta del sol, dice que las Marías compraron ungüentos aromáticos cuando hubo pasado el sabath y que hicieron preparativos para venir al sepulcro el siguiente día. Y no eran solamente dos. Es cierto que San Juan solamente menciona a María Magdalena. San Mateo menciona a dos de ellas, y por San Lucas vemos que allí hubo un grupo numeroso. Pero todo esto concuerda muy bien. Porque María Magdalena era quien guiaba, y la otra María es mencionada explícitamente aquí porque era quien le seguía más de cerca. Mientras tanto, numerosas mujeres vinieron para ungir el cuerpo de nuestro Señor Jesús, y es notable que diga que vinieron para saber si habría acceso y entrada al sepulcro. Es por eso que se identifica particularmente a dos.
Juan Calvino
San Mateo agrega que el ángel les apareció mientras las dos estaban allí. Pero como solamente una de ellas habló, es que ella es mencionada de manera especial. Finalmente, cuando se alejan, se encuentran con nuestro Señor Jesús quien las envía a sus discípulos para que todos se reúnan en Galilea. Allá quiere mostrarles su resurrección, el motivo es que la ciudad de Jerusalén se ha privado por su maldad de tal testimonio. Es cierto que la Fuente de la vida todavía está allí, porque de ella procedía la ley y la palabra de Dios, pero entre tanto nuestro Señor Jesús no quiso revelarse en esa ciudad a sus discípulos, puesto que la maldad allí todavía era tan reciente. Por otra parte él quería operar conforme a la dureza del corazón de ellos. Porque realmente estaban capturados por el asombro de modo que el sentido de la vista no habría sido suficiente; era preciso tomarlos aparte, y manifestarse a ellos de tal manera que quedase plenamente convencido.
Ahora bien, aquí vemos nuevamente que a las mujeres nombradas todavía no les es permitido adorar a nuestro Señor Jesucristo como a su Maestro, si bien ellas estaban apenadas por su muerte. En consecuencia bien podemos deducir que la palabra de Dios siempre estuvo implantada en sus corazones. Porque si bien su fe era débil, ellas van al sepulcro en busca de nuestro Señor Jesús. También hay en ellas cierta ignorancia que no puede ser excusada. Porque ya tendrían que haber elevado su espíritu, esperando la resurrección que les había sido prometida, y a la que estaba especialmente asignado el tercer día. Entonces, estuvieron tan ocupadas que no entendieron lo principal, es decir, que nuestro Señor Jesús tenía que tener victoria sobre la muerte a efectos de adquirir vida y salvación para nosotros. Digo que eso es lo principal porque sin ello el Evangelio no sería nada como dice San Pablo} y nuestra fe quedaría totalmente destruida. De manera que estas pobres mujeres, por mucho que puedan conocer el evangelio que les ha sido predicado, sabiendo que es la pura verdad, no obstante, están tan apenadas y confundidas que no entienden que él debía resucitar, y por eso vienen al sepulcro con sus ungüentos aromáticos. Allí hay entonces una falla que debe ser condenada. De todos modos su servicio es aceptable a Dios porque hasta tanto él las corrija, excusa su asombro. En esto notemos que cuando nuestro Señor aprueba lo que hacemos, todavía no tenemos que acreditarlo a nosotros mismos, diciendo que lo hemos merecido, cuando, muy por el contrario, es por su gracia abundante que él reconozca aquello que era indigno de ser ofrecido a él. Porque siempre habrá ocasión de condenar nuestras obras cuando Dios las examine estrictamente, ya que siempre estarán contaminadas con alguna mancha. Pero Dios nos protege y no rechaza lo que traemos para ofrecerle, no importa la debilidad o falla que pueda haber, viendo que todo es purificado por la fe y que no es sin causa que seamos aceptables a él en Jesucristo. Esto es entonces, lo que tenemos que observar.
Por otra parte, reconozcamos también que en el sepulcro de nuestro Señor Jesucristo tiene que haber habido otra fragancia, mucho mejor, mucho más intensa, que la de estos ungüentos que se mencionan. Ya hemos dicho que los judíos estaban acostumbrados a ungir el cuerpo a efectos de ser confirmados en la esperanza de la resurrección y de la vida celestial. Era para demostrar que los cuerpos no se descomponen a tal extremo que no puedan ser preservados hasta el día final de manera que Dios pueda restaurarlos. Pero el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo tenía que ser exceptuado de toda descomposición. Ahora bien, las especias no podían lograr eso, pero, puesto que se había declarado que Dios no permitiría que su santo y divino viera corrupción, es que por un milagro nuestro Señor Jesús fue preservado de toda descomposición. Además puesto que él fue exceptuado de la corrupción, nosotros ahora estamos ciertos y seguros de la gloria de la resurrección, que ya se nos apareció en su persona. Entonces, ahora vemos que la fragancia del sepulcro y de la resurrección de nuestro Señor .Jesucristo ha llegado incluso hasta nosotros, de manera que podamos ser vivificados por ella. Ahora bien, ¿qué sigue entonces? Pues, que ya no vamos a ver el sepulcro como estas mujeres, por cuya ignorancia y debilidad somos ayudados, sino que nos elevamos, puesto que desde allí nos llama e invita, puesto que nos ha mostrado el camino, y puesto que nos ha declarado haber tomado posesión de su reino celestial para prepararnos un lugar y un sitio cuando por la fe lo hallemos allí.
Pero también tenemos que notar lo que agrega San Mateo: El ángel, dice Mateo, apareció y atemorizó a los guardas de tal manera que se volvieron como hombres muertos. Las mujeres se atemorizaron de la misma manera, pero después de eso el ángel les administró el remedio. "En cuanto a ustedes," dijo, "no teman, porque ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. Ha resucitado, como lo había dicho." Aquí vemos cómo Dios acepta el afecto y celo de estas mujeres de manera que, no obstante, él corrige aquello que desaprueba. Quiero decir que lo corrige por boca del ángel, el cual está en su nombre. Hemos dicho que es por bondad singular que Dios recibe nuestro servicio siendo este imperfecto, aunque podría aborrecerlo. Entonces él recibe de nosotros aquello que carece de valor, así como un padre recibirá de sus hijos lo que de otra manera sería considerado como desecho y una chanza. He aquí, digo, qué generoso es Dios hacia nosotros. Pero, por otra parte, es cierto que él no quiere que los hombres se alegren o tomen a la ligera sus faltas. Por eso el ángel corrige esta falta de parte de las mujeres. Aunque su intención es buena, todavía son condenadas por su falta particular. Por eso San Lucas informa que fueron amonestadas más severamente. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?"
Pero aquí tenemos que observar que los guardas, como hombres incrédulos y malvados, sin temor de Dios ni de la religión, fueron presa del temor, incluso es posible que realmente un espíritu de enajenamiento se haya posesionado de ellos. Las mujeres, ciertamente están atemorizadas, pero inmediatamente reciben consuelo. He aquí entonces, cuán terrible es la majestad de Dios para aquellos a quienes les es manifestada. Es por eso que percibimos nuestra debilidad cuando Dios se declara a nosotros, y porque primero estábamos inflados de presunción y tan osados que ya no creíamos ser hombres mortales; cuando Dios nos da alguna señal de su presencia, necesariamente tenemos que ser abatidos y conocer cuál es nuestra condición, es decir, que solamente somos polvo y ceniza, que todas nuestras virtudes solamente son humo que se vuela y se desvanece. Entonces, esto es común a todos, sean buenos o malos. Además, cuando Dios ha aterrorizado así a los incrédulos, los deja allí como hombres rechazados, porque no son dignos de experimentar de ninguna manera su bondad. Por eso también huyen de su presencia, se enojan y crujen sus dientes y están tan enardecidos que pierden todo sentido y razón, convirtiéndose en personas totalmente embrutecidas. Los fieles, habiendo sido embrutecidos, se levantan y toman coraje, porque Dios los consuela y les da gozo. Entonces, este temor, que los fieles sienten en la presencia de la majestad de Dios no es otra cosa sino el primer paso en humildad a efectos de rendirle el homenaje debido a él, y a efectos de someterse a él, sabiendo que no son nada, a efectos de buscar solamente en él todo su bien.
Es por esto entonces, que el ángel dice: "No temáis." Esta palabra es digna de ser notada. Porque incluso es como si hubiera dicho, "Dejo esta gentuza en su confusión, porque no son dignos de misericordia alguna, pero ahora me dirijo a ustedes y les traigo un mensaje de gozo. Queden entonces, libradas de este temor puesto que buscan a Jesucristo." Puesto que esto es cierto, aprendamos a buscar a nuestro Señor Jesús, no (como he dicho) en una dureza de corazón como la de estas mujeres de las que se habla aquí (puesto que tampoco ya no hay motivos para ir al sepulcro a buscarlo), sino con fe acercándonos directamente a él, sinceramente. Y al hacerlo así tengamos la seguridad de que este mensaje nos pertenece a nosotros y es dirigido a nosotros. Tenemos que venir osadamente y sin temor, pero no en forma irrespetuosa (porque tenemos que ser tocados por el temor a efectos de adorar la majestad de Dios). Pero, de todas maneras, que no estemos atemorizados como vencidos por la desconfianza. Sepamos, entonces, que el hijo de Dios se adaptará a nuestras limitaciones cuando con fe nos acercamos a él, y aun hallaremos motivos en él para nuestra consolación y regocijo, ya que es para provecho y salvación nuestra que él ha adquirido el señorío y dominio sobre la vida celestial.
De todos modos, las mujeres se alejaron con gran gozo y gran temor. Aquí se demuestra otra vez la debilidad de la fe de ellas. He dicho que el propósito al cual aspiraban era bueno, pero no fueron por el buen camino según lo aprendemos de su cobardía, y del hecho de que no podían decidirse a creer o a no creer en la Resurrección. Aunque habían oído hablar muchas veces de ella, con todo, no logran conquistar sus sentimientos para llegar a una conclusión final de que ya no es necesario buscar a nuestro Señor Jesús en el sepulcro. Noten, entonces, el origen de este temor. Así vemos que es un sentimiento equivocado. Es cierto (como ya he sugerido) que debemos temer a Dios para rendirle la reverencia correspondiente a su majestad, y obedecerle y estar totalmente humillados, de manera que él sea exaltado en su gloria; debemos mantener cerrada toda boca, para que solamente él sea reconocido como justo, sabio y todopoderoso. Pero este temor que se menciona aquí, es, en segundo lugar, malo y digno de condenación, porque es causado por la confusión de estas pobres mujeres. Porque, si bien pueden ver y oír hablar al ángel, les parece que casi es como un sueño. Ahora, por medio de esto se nos advierte que Dios obra con tanta frecuencia en nosotros porque no percibimos si hemos aprovechado o no. Porque es tanta la ignorancia que hay en nosotros, que realmente son nubes las que nos impiden venir a la claridad perfecta, en cambio estamos enredados en muchas fantasías. En resumen, pareciera que toda la enseñanza de Dios es prácticamente inútil. Sin embargo, descubrimos que hay cierta aprehensión en ello, que nos hace sentir que Dios ha obrado en nuestro corazón. Aunque solamente tengamos una pequeña chispa de gracia, no nos desanimemos. Oremos más bien que Dios añada a lo pequeño que ha comenzado, y que nos haga roer, y que nos confirme, hasta que seamos traídos a la perfección de la cual aun estamos muy lejos. Si bien el hecho de que las mujeres estaban tan ocupadas por el temor y el gozo, fue condenado como una falta, vemos que Dios siempre las gobernó por medio de su Espíritu Santo, y que este mensaje que les fue fue llevado por el ángel no resultó totalmente inútil.
Ahora tenemos que continuar. Nuestro Señor Jesús les apareció en el camino les dijo: “No temáis, sino id, digan a mis hermanos que se reúnan en Galilea, allí me verán." En este pasaje vemos aun mejor cómo el Hijo de Dios nos atrae gradualmente a sí mismo hasta que somos confirmados totalmente, puesto que esa es nuestra necesidad. Seguramente fue suficiente que las mujeres oyeran el mensaje por boca del ángel puesto que llevaba las marcas de haber sido enviado por Dios. Su rostro era como un relámpago. Es cierto que la blancura de un manto y cosas semejantes no expresan vívidamente la majestad de Dios. Sin embargo, estas mujeres tenían un testimonio muy seguro de que quien les hablaba no era un hombre mortal, sino un ángel celestial. Entonces, este testimonio bien podría haber sido suficiente para ellas, pero de todos modos, la certeza fue tanto mayor cuando vieron a nuestro Señor Jesús, al que primero habían reconocido como el Hijo de Dios y su verdad inmutable. Esto es, entonces, para ratificar más plenamente lo que antes habían oído por boca del ángel. Y es también así cómo nosotros crecemos en la fe. Porque al principio no conocemos ni el poder ni la eficacia que hay en la palabra de Dios. Pero si alguien nos enseña, y nos enseña bien, aprendemos un poco, aunque todavía es prácticamente nada.
Pero poco a poco, por medio del Espíritu Santo la enseñanza hace su impresión sobre nosotros, y al final nos demuestra que es él quien habla. Entonces estamos convencidos de modo que no solamente poseemos cierto conocimiento, sino que estamos de tal manera persuadidos que el diablo, ideando todo lo posible, no puede sacudir nuestra fe, ya que estamos convencidos de esto: que el Hijo de Dios es nuestro Maestro y estamos apoyados en él, sabiendo que tiene total maestría sobre nosotros, y que él merece una autoridad plenamente soberana. Es lo que vemos en estas mujeres. Es cierto que Dios no obra en todos de la misma manera. Algunos desde el mismo comienzo se sentirán tan atraídos que percibirán que Dios ha actuado con poder extraordinario en favor de ellos. Pero muchas veces seremos enseñados de tal modo que se exhibirán claramente nuestra rudeza y debilidad, de modo que por causa de ello seremos amonestados tanto más a glorificar a Dios y a reconocer que todas las cosas nos provienen de él.
Consideremos ahora esta palabra que hemos citado: "Id, y decid a mis hermanos que se reúnan en Galilea." Vemos que aquí el Hijo de Dios apareció a María y a sus compañeras no solamente para revelarse a siete u ocho, sino que quería que este mensaje fuese publicado a los apóstoles, para que ahora nos pueda ser comunicado a nosotros, para que tengamos parte en él. En efecto, sin ello, ¿qué provecho tendría para nosotros esta historia de la Resurrección? Pero cuando dice que el Hijo de Dios se ha manifestado de tal manera a sí mismo, y que quiso que el fruto de ello fuera comunicado a todo el mundo, el propósito es que obtengamos un concepto tanto mejor. De manera que, entonces, estemos seguros que la intención de nuestro Señor Jesús es que pudiéramos tener la certeza de su resurrección, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación y de nuestra justicia, si realmente sabemos que nuestro Señor Jesús se ha levantado. Con su muerte y pasión no solamente nos ha purgado de toda nuestra suciedad, sino que no podía permanecer en ese estado de debilidad. Tenía que demostrar el poder de su Espíritu Santo, y mediante la resurrección de los muertos tenía que ser declarado Hijo de Dios, como también lo dice San Pablo tanto en el primer capítulo de Romanos como en otros pasajes. Así que ahora nosotros tenemos que estar seguros de que nuestro Señor Jesús, habiendo resucitado, quiere que vengamos a él y que el camino puede ser abierto para nosotros. Y él no espera hasta que nosotros le busquemos, sino que ha provisto para que pudiéramos ser llamados por medio de la predicación del evangelio, y para que este mensaje pudiera ser pronunciado por boca de sus heraldos a quienes él ha elegido y escogido. Siendo esto así, reconozcamos que en el día de hoy participamos de la justicia que tenemos en nuestro Señor Jesucristo, para llegar a la gloria celestial, puesto que él no quiere ser separado de nosotros.
Y es por eso que a sus discípulos los llama sus hermanos. Por cierto, este es un título honroso. Y por eso fue reservado para aquellos a quienes nuestro Señor Jesús había comprometido para ser sus siervos. Y no hay duda que utilizó esta palabra para mostrar la relación fraternal que quería mantener hacia ellos. De la misma manera también está unido a nosotros, tal como lo declara mejor San Juan. En efecto, somos conducidos a lo que dice en el Salmo 22, del que proviene este pasaje: Yo declararé tu nombre a mis hermanos, pasaje que el apóstol, refiriéndose a la persona de nuestro Señor Jesucristo, no solamente incluía a los doce apóstoles llamándolos hermanos de Jesucristo, sino que concede el título a todos nosotros era general quienes seguimos al Hijo de Dios; él quiere que nosotros participemos en un honor tan grande. Es por eso también que cuando nuestro Señor Jesús dice: "Voy a mi Dios y a vuestro Dios, a mi Padre y a vuestro Padre," no es algo dicho a un pequeño número de personas, ﷓roo dirigido a toda la multitud de creyentes. Ahora bien, nuestro Señor Jesús, si bien es nuestro Dios eterno, no obstante se humilla en su condición de Mediador para estar cerca de nosotros, y de tener todas las cosas en común con nosotros, esto es, con respecto a su naturaleza humana. Pues, aunque por naturaleza es el Hijo de Dios y nosotros somos solamente adoptados, y esto por gracia, aun así este compañerismo es permanente, y aquel que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por medio suyo también es nuestro Padre, ciertamente, en diferentes pactos. Porque nosotros no necesitamos ser elevados a la misma altura que nuestra Cabeza. Aquí no debe haber ninguna confusión. Si en un cuerpo imano la cabeza no estuviera encima de todos los miembros, el cuerpo sería una monstruosidad, sería una masa confusa. También es razonable que nuestro Señor Jesús conserve su posición soberana, puesto que él es el único Hijo de Dios, es decir, por naturaleza. Pero esto no impide que nosotros estemos unidos en hermandad, de manera que podamos invocar osadamente a Dios con la plena confianza de recibir respuesta de él, ya que tenemos acceso personal y familiar a él. Entonces vemos lo que significa esta palabra usada por Jesús al amar hermanos a sus discípulos; es decir, los hizo para que hoy tengamos este privilegio con ellos, a decir, por medio de la fe. Y ello no reduce el poder y la Majestad del Hijo de Dios, al unirse con criaturas tan miserables como lo somos nosotros; él realmente está dispuesto a ser clasificado con nosotros. Tanto más debiéramos llenarnos de gozo, viendo la bondad que exhibe, viendo que al resucitar de la muerte él nos ha adquirido la gloria celestial, adquisición para la cual se humilló a sí mismo, sí, dispuesto incluso a ser como nada. Ahora bien, a que nuestro Señor Jesús condesciende a reconocernos como sus hermanos, de lanera que tengamos acceso a Dios, procedamos nosotros a buscarle, y a venir a él en plena confianza, siendo tan cordialmente invitados. Esto significa, como alguien podría llegar a decir, que no solamente usa el lenguaje para atraernos, ¡no que también agrega el sacramento, a efectos de ser guiados conforme a nuestra capacidad de seguir. Y, en efecto, por muy débiles y lentos que seamos, o podemos excusar nuestra pereza si no venimos a nuestro Señor Jesucristo. aquí está la mesa que él ha preparado para nosotros. ¿Y con qué propósito? No es para satisfacer nuestros cuerpos y nuestros vientres, aunque inclusive en eso nos declara tener un cuidado paternal de nosotros, y nuestro Señor Jesucristo demuestra ser realmente la vida del mundo. Si diariamente tenemos nuestro descanso y alimento, aun en ello nos declara nuestro Señor Jesús su bondad. Pero en esta mesa, puesta aquí para nosotros, nos muestra una consideración especial, porque es para mostrarnos que somos hermanos de nuestro Señor Jesucristo, esto significa que así como nos ha unido a sí mismo (como él lo firma en el capítulo 17 de San Juan) así también nos ha unido a Dios su Padre, aclarando plenamente ser nuestra carne y bebida, para que seamos alimentados con su propia sustancia, para tener toda nuestra vida espiritual en él. Y eso es más que si nos llamara cien veces hermanos suyos.
De manera entonces, comprendamos la unidad que tenemos con nuestro Señor Jesucristo, es decir, que él está dispuesto a tener una vida común con nosotros, y que lo suyo pueda ser nuestro, que incluso quiere habitar en nosotros, no imaginariamente, sino de hecho; no en forma terrenal, sino espiritual; y que, en todo caso obra de tal manera por el poder de su Espíritu Santo que somos unidos él más que los miembros de un cuerpo. Y así como la raíz de un árbol envía u sustancia y poder a través de todas las ramas, también nosotros obtenemos la sustancia y vida de nuestro Señor Jesucristo. Y es por eso también que San Pablo dice que nuestro Cordero pascual ha sido crucificado y sacrificado, de manera que ya no queda otra cosa que hacer, sino guardar la fiesta y participar en el sacrificio. Y así como en tiempos antiguos en la Ley ellos comían cuando el sacrificio era ofrecido, ahora también tenemos que venir nosotros y tomar nuestra carne y nuestro alimento espiritual en este Sacrificio que ha sido ofrecido para nuestra redención. Es cierto que no devoramos a Jesucristo en su carne, no entra a nosotros a través de los dientes, como han imaginado los papistas, sino que recibimos pan como muestra segura e infalible de que nuestro Señor Jesús nos alimenta espiritualmente con su cuerpo; recibimos una gota de vino para demostrar que somos sostenidos espiritualmente por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Pero observemos bien lo que agrega San Pablo, que así como bajo las figuras de la ley no estaba permitido comer pan leudado y cuya masa fuese amarga, ahora, que ya no estamos bajo tales sombras, debemos apartar la levadura de malicia, de maldad y de todas nuestras corrupciones, y a tener pan o torta (como dice él) libre de amargura. ¿Y cómo? En pureza y sinceridad. Entonces, cuando nos acercamos a esta santa mesa, mediante la cual el Hijo de Dios nos muestra que él es nuestra carne, y que él se entrega a sí mismo como nuestro alimento pleno y completo, y que desea que ahora participemos en el sacrificio, ofrecido una vez para siempre para nuestra salvación, entonces nosotros tenemos que procurar de no traer a ella nuestras corrupciones y contaminaciones, para que no se mezclen con ella, en cambio debemos renunciar a ellas, anhelando únicamente ser totalmente purificados, de modo que nuestro Señor Jesús pueda poseernos como miembros de su cuerpo, y que de esta manera nosotros también podamos ser participantes de su vida. Es así como en el día de hoy tenemos que hacer uso de esta Santa Cena preparada para nosotros. Es decir, que ella nos guíe a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, y luego a su resurrección, y que estemos tan seguros de la vida y la salvación como que mediante la victoria obtenida al resucitar de los muertos nos es otorgada justicia, y el portal del paraíso ha sido abierto para nosotros, de manera que podamos acercarnos osadamente a Dios, y ofrecernos a él, sabiendo que siempre nos recibirá como hijos suyos.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.

jueves, 7 de mayo de 2015

EL REFUGIO DEL HOMBRE JUSTO- LA FIDELIDAD DE DIOS


 
 
 
EL GLORIOSO atributo de la fidelidad divina se abre como una tercera cámara de seguridad para el pueblo de Dios en tiempos de sufrimientos y peligros.

Habiendo visto el refugio del santo en el poder y la sabiduría de Dios, pasamos a la tercera cámara segura para refugio de los santos: La fidelidad de Dios.

En este atributo está nuestra seguridad y nuestro descanso en medio de las confusiones del mundo y los desencantos cotidianos que nos desconciertan por doquier, en medio de la vanidad y la falsedad de la criatura. En cuanto a las criaturas, aun las mejores entre ellas no son más que vanidad, sí, vanidad de vanidades, la vanidad más vana ( Ecl. 1:2). “Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive” (Sal. 39:5). Sí, aquellos de quienes más esperamos nos causan los mayores problemas (Mic. 7:5). Las relaciones más cercanas forman la retaguardia de los sufrimientos (Job. 6:15). “Mis hermanos han mentido cual arroyo.” Especialmente, sus engaños aparecen más cuando más necesitamos de su ayuda (Sal. 142:4). Qué misericordia grande es, entonces, tener un refugio en la fidelidad de Dios como la tenía David: “Miraba a la mano derecha, y observaba; mas no había quien me conociese; no tuve refugio, no había quien volviese por mi vida”. Y de la misma manera la iglesia (Mic. 7:7). “Yo empero a Jehová esperaré, esperaré al Dios de mi salud: el Dios mío me oirá.” Puede llegar el momento cuando usted no sepa en qué confiar en este mundo. Por lo tanto, permítame abrirle a usted esta cámara de descanso en la fidelidad de Dios para tal momento, y lo haré bajo dos consideraciones.
John Flavel

I. Es absoluta en cuanto a su propia naturaleza.
II. Es relativa en cuanto a las promesas y providencias de Dios.

I. Es absoluta, así es la fidelidad de Dios en su sinceridad, firmeza y constancia en llevar a cabo su palabra dada a su pueblo en todo momento y en todos los casos.
Así lo describe Moisés a Israel, (Deut. 7:9) “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel.” Y Josué apela a la experiencia de ellos para vindicarla, (Jos. 23:14) “Reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no se ha perdido una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros: todas os han venido, no se ha perdido de ellas ni una.” Y también se reafirma plenamente, (Jer. 31:35-37) y se admira grandemente aun en el día más tenebroso (Lam. 3:23). Grande es tu fidelidad. Y es bueno para nosotros que su fidelidad es grande, porque grande es el peso que se apoya en ella, aun nuestras esperanzas para ambos mundos, para este mundo y para el venidero (Tito 1:2). “Para la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no puede mentir, prometió antes de los tiempos de los siglos.”

A. Ahora bien, Dios es fiel y eso puede verse en las siguientes evidencias.

1. Por el cumplimiento exacto de sus promesas que datan de más tiempo. Efectivamente (Hechos 7:6), pasaron cuatrocientos treinta años antes de que la promesa de la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto se cumpliera; no obstante, (Hechos 7:17) cuando llegó el tiempo de cumplir la promesa, Dios fue absolutamente puntual. Setenta años en Babilonia, y cumplido ese lapso, regresaron (2 Crón. 36:21). Los hombres pueden olvidar, pero Dios no (Isa. 49:15, 16).
2. Abriendo el camino para sus promesas a través de las más grandes dificultades y aparentes imposibilidades. Tal fue en el caso de Abraham cuando era anciano (Gén. 18:13, 14). “¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, según el tiempo de la vida, y Sara tendrá un hijo. ” Y del mismo modo en el caso de los israelitas: “¿Vivirán estos huesos?” (Eze. 37:3). Las dificultades son para los hombres, no para Dios, (Gén. 18:14). “¿Quién eres tú, oh gran monte?” (Zac. 4:7). “Si esto parecerá dificultoso a los ojos del resto de este pueblo en aquellos días, también será dificultoso delante de mis ojos?” (Zac. 8:6).
3. Cumpliendo las promesas a su pueblo cuando habían perdido sus esperanzas y expectativas. Así fue, (Eze. 37:11) “Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo talados.” También (Isa. 49:14) “Más Sión dijo: Dejóme Jehová, y el Señor se olvidó de mí ” Puede haber mucho descreimiento en los hombres buenos, su fe puede tambalear mucho, no obstante, Dios es fiel; los hombres pueden cuestionar sus promesas, no obstante, Dios no puede negarse a sí mismo (2 Tim. 2:13).
4. Apelando Dios a su pueblo, y refiriéndoles la cuestión para que ellos mismos la juzgaran (Mic. 6:3, 4, 5). “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de siervos te redimí; y envié delante de ti a Moisés, y a Aarón, y a María. Pueblo mío, acuérdate ahora qué aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor, desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová.” “Si he faltado en alguna forma a mi promesa, muéstrenmelo. No me cortejaron Balac y Balaam, e intentaron de todas formas ganar mi favor presentándome multitudes de sacrificios? Aun así no los abandoné”. De la misma manera (Jer. 2:31), “¡Oh generación! Ved vosotros la palabra de Jehová: ¿He sido yo a Israel soledad, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Señores somos; nunca más vendremos a ti?” También: “Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza es en Jehová su Dios: El cual hizo los cielos y la tierra, la mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad para siempre.” (Sal. 146:5, 6).
5. La fidelidad de Dios es comprobada abundantemente por los constantes testimonios presentados en todas las edades por los que la probaron, todos han testificado de Dios y confirmado su fidelidad sin mancha para bien de las generaciones venideras. Así lo hizo Josué (cap. 23:14) “todas os han venido, no se ha perdido de ellas ni una,” y también Daniel, (cap. 9:4) “Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman,” con los cuales coincide el testimonio de David (Sal. 146:5, 6): “Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza es en Jehová su Dios: El cual hizo los cielos y la tierra, la mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad para siempre.” Es así que su pueblo ha sido testigo, a lo largo de todas las generaciones, de la fidelidad de Dios a sus promesas; lo cual no deja lugar a dudas u objeciones.

B. Y si preguntamos las razones por las que Dios es, y siempre tendrá que ser, fiel en llevar a cabo sus promesas, descubriremos que se edifican sobre pilares estables y firmes: 1. La santidad de su naturaleza; 2. La omni suficiencia de su poder; 3. El honor de su nombre; 4. La inmutabilidad de su naturaleza.
1. La fidelidad de Dios se edifica sobre la santidad perfecta de su naturaleza en razón de que es imposible que Dios mienta, (Tito 1:2; He. 6:11). La falsedad del hombre surge de la corrupción de la naturaleza humana, pero “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no ejecutará? ” (Núm. 23:19). Si no hay defecto en su ser, no puede haberlo en sus obras; si su naturaleza es santidad pura, todos sus caminos tienen que ser perfectamente fieles.
2. Se edifica sobre la omni suficiencia de su poder; sea lo que sea que ha prometido a su pueblo, tiene la capacidad de llevarlo a cabo; los hombres a veces falsifican sus promesas porque no tienen la habilidad de llevarlas a cabo; pero Dios nunca promete lo que no cumple; si determina obrar, nadie se lo puede impedir (Isa. 43:13). Puede hacer cualquier cosa que le place hacer (Sal. 135:6). La santidad de su naturaleza lo compromete, y lo ilimitado de su poder lo capacita para ser fiel.
3. La gloria y honra de su nombre nos da seguridad en cuanto a su fidelidad, en que cumplirá las promesas, y todo el bien que las promesas contienen, aun en el más mínimo detalle; porque dondequiera uno encuentra una promesa de Dios, también encuentra el nombre y la honra de Dios presentados como una garantía de que será llevada a cabo; y por eso su nombre siempre ha sido presentado a él por su pueblo como un poderoso argumento para que obre a favor de ellos. (Jos. 7:9): “¿Qué harás tú a tu gran nombre?” Señor, tu honor vale mil veces más que nuestras vidas, no importa qué llegue a ser de nosotros; pero, oh Señor, es infinitamente más importante que la gloria de tu nombre sea asegurado, y que tu fidelidad permanezca pura y sin mancha en este mundo. También (Éxo. 32:11, 12): “Entonces Moisés oró a la faz de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encuentra tu furor en tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte? ¿Por qué han de hablar los Egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la haz de la tierra? Vuélvete del furor de tu ira, y arrepiéntete del mal de tu pueblo.” Sería triste que las manos de los egipcios cayeran sobre su pueblo, pero mucho peor que las lenguas de los egipcios cayeran sobre su nombre.
4. La inmutabilidad de su naturaleza nos dé la más completa seguridad de su fidelidad a las promesas. (Mal. 3:6): “Porque yo Jehová, no me mudo; y así vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” La inmutabilidad de Dios es la indemnización de su pueblo, y la mejor seguridad en medio de los peligros; para Dios no hay ni un sí ni un no, tampoco debe haberlos con nuestra fe. Lo que da firmeza a las promesas debe dar también firmeza a nuestras expectativas de que se cumplirán. Hasta aquí, brevemente, la consideración de la fidelidad de Dios, considerada absoluta por su naturaleza y sus razones.

II. Seguidamente consideremos la fidelidad de Dios, tal como se relaciona con las muchas grandes y ricas promesas hechas a su pueblo para su seguridad en sus intereses temporales, e intereses espirituales.
Encontramos que la fidelidad de Dios fue prometida para la seguridad de su pueblo, en pro de sus intereses espirituales y eternos contra todos los peligros y temores que los amenazan, muy especialmente en estas tres formas.

1. Les es dada como la más grande y mejor seguridad del perdón de sus pecados (1 Juan 1:9): “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.” Nuestro peligro más grande se deriva del pecado; la culpabilidad es una fuente de lágrimas, el alma perdonada puede encarar otros problemas de frente: tal como la culpa genera temor, el perdón produce valentía, y la fidelidad de Dios en el pacto es, por decirlo así, esa oficina de perdón de donde obtenemos nuestra liquidación y absolución.
(Isa. 43:25): “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí; y no me acordaré de tus pecados.” Las promesas de remisión se hacen en nombre de Cristo, y cuando se hacen, tienen que ser cumplidas para honrar su fidelidad.
2. Es dada para la perseverancia de los santos, y su permanencia en los caminos de Dios en los tiempos más peligrosos y difíciles; éste fue el aliento que les dio. (1 Cor. 1:8, 9): “El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis sin falta en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual sois llamados a la participación de su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” ¡Ah, Señor! podrían haber dicho los corintios, los poderes de este mundo están
en contra de nosotros, tenemos por delante sufrimiento y muerte, y dentro nuestro un corazón traicionero y miedoso. Ah, pero aún así no teman, Cristo confirmará a quien se oponga a Ustedes; aunque el mundo y sus propios corazones sean engañosos, consuélense con esto, su Dios es fiel.
3. La fidelidad de Dios es dada como promesa para la seguridad de su pueblo y aliento contra todos los sufrimientos y aflicciones en este mundo. (2 Tes. 3:2, 3): “Y que seamos librados de hombres importunos y malos; porque no es de todo la fe. Más fiel es el Señor, que os confirmará y guardará del mal.” El ora pidiendo que sean librados de los hombres absurdos, traicioneros e impíos quienes los aplastarían y traicionarían causando su ruina; pero propone lo siguiente como su alivio: que cuando la traición de los hombres los meta en dificultades, la
fidelidad de Dios los sostendrá en esas dificultades y los librará de ellas; tendrán el apoyo de Dios en medio de los sufrimientos más profundos generados por los hombres (1 Ped. 4:19).
Dios garantiza su fidelidad para la indemnización y seguridad de su pueblo, en medio de males temporales y externos a los que están sujetos en este mundo; y esto, ya sea para preservarlos de las dificultades (Sal. 91:1-4) o para abrirles una puerta oportuna para librarlos de las dificultades (1 Cor. 10:13). En ambos casos, o en cada uno, el corazón del cristiano puede permanecer tranquilo en este mundo lleno de dificultades porque, ¿qué necesidad hay de que esas dificultades nos asusten, ya que nunca nos tocarán o, si lo hacen, nunca nos dañarán y, mucho menos, arruinarán?

III. Habiendo considerado brevemente la fidelidad de Dios en sus promesas, será espléndido volver a considerarla tal como actúa o se manifiesta en sus providencias sobre su pueblo.

Créanlo, cristianos, la fidelidad de Dios está incluida en todas sus obras providenciales, siempre que sale para obrar en el mundo, “Será... la fidelidad ceñidor de sus riñones” (Isa. 11:5). Es una alusión a los obreros quienes, saliendo a trabajar de mañana, se ciñen sus lomos o se fajan; ahora bien, no hay obra realizada en este mundo en que su fidelidad no sea como la faja que ciñe su cintura. La consideración de esto debe ocasionar que el creyente más desalentado, ciña los lomos de su mente, es decir, aliente y fortalezca su corazón caído y desanimado. Contemplar aquellas obras de Dios realizadas fielmente y con el fin de lograr sus propósitos eternos y cumplir sus promesas misericordiosas, debería alegrarnos en lugar de atemorizarnos. El que David considerara que la propia fidelidad de Dios era la que lo había afligido, le quitó el aguijón de su aflicción (Sal. 119:89, 90). Pero más particularmente, contemplemos con beneplácito la fidelidad de Dios en cumplir siete tipos de promesas a su
pueblo, en los días de aflicción y sufrimiento: 1. Las promesas de preservación; 2. Las promesas de apoyo; 3. Las promesas de orientación; 4. Las promesas de providencia; 5. Las promesas de liberación; 6. Las promesas de ordenar y dirigir los acontecimientos para beneficio de ellos.

1. Hay promesas en la palabra para que sea usted preservado de la ruina, y lo que lee en estas promesas comprueba diariamente que las mismas se cumplen en sus propias experiencias. Tiene usted la promesa en el Salmo 57:3: “El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me apura.” Piénselo, ¿no ha descubierto que es así? Cuando el infierno ha enviado sus tentaciones para deshonrarlo, el mundo sus persecuciones para destruirlo, su
propio corazón sus temores incrédulos para desviarlo y hundirlo, ¿acaso no ha enviado su Dios su misericordia y su verdad para salvarle? ¿Acaso no ha sido su verdad su escudo y protector (Sal. 91:4). ¿Acaso no puede usted decir con la iglesia, que es por su misericordia que no es consumido, que sus misericordias son nuevas cada mañana y qué grande es su fidelidad (Lam. 3:23)? (Nota de los editores: ¡Digo Amén! ¡Alabado sea el Señor!)
2. Así como ha visto el cumplimiento de las promesas para su preservación, puede también verlo en cuanto a todas las promesas en su palabra acerca de sostenerlo en sus dificultades. Esta es una dulce promesa (Sal. 91:15): “Con el estaré yo en la angustia: lo libraré”. Tiene usted también una promesa muy sustentadora en Isaías 41:10: “No temas, que yo estoy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” ¡Oh! ¡con cuánta brillantez se ha manifestado la fidelidad de Dios al cumplir su palabra en este sentido! Usted es su testigo de que se hubiera hundido en las profundas aguas de las dificultades si él no hubiera cumplido su palabra. Así lo dice David (Sal. 73:26: “Mi carne y mi corazón desfallecen: mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” ¿Acaso no ha visto que es con usted como dice 2 Cor. 12:10: “Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso”? El poder de Dios se ha perfeccionado en su debilidad, por él pudo superar sus dificultades: hasta ahora él lo ha ayudado.
3. Así como ha visto el cumplimiento de las promesas para su preservación y sostenimiento, ha podido verlo en la orientación que le ha brindado en sus caminos. Así dice la promesa (Sal. 32:8): “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos.” Es cierto que “el hombre no es señor de su camino” (Jer. 10:23). ¡Oh, con cuánta fidelidad lo ha guiado su Dios, y lo ha apoyado en todas las circunstancias difíciles de su vida! ¿Acaso no se cumple fielmente hasta el más mínimo detalle aquella promesa (He. 13:5): “No te desampararé,
ni te dejaré”? De seguro que puede ponerle usted su sello a lo que afirma Juan 17:17: “Tu palabra es verdad”; si hubiera sido dejado que se las arreglara solo según su propio consejo, ciertamente hubiera perecido, como dice el Salmo 81:12: “Déjelos por tanto a la dureza de su corazón: caminaron en sus consejos. ”
4. Así como hay promesas en la palabra para su preservación, sostenimiento y orientación, así también, en cuarto lugar, hay promesas acerca de su providencia, como en el Salmo 34:9: El Señor ha prometido que los que le temen no tendrán falta de nada. Cuando son llevados a los extremos, él proveerá (Isa. 41:17): “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.”
¿Acaso esto no se lleva a cabo fielmente? “Dio mantenimiento a los que le temen; para siempre se acordará de su pacto” (Sal. 111:5). En todas las contingencias de su vida lo ha encontrado fiel hasta este día; usted es su testigo de que sus providencias nunca le fallaron, su cuidado se renueva para usted cada mañana; ¡cuán grande es su fidelidad!
5. También encuentra usted en la palabra algunas promesas estimulantes en cuanto a sus liberaciones. Cuenta usted con la dulce promesa en el Salmo 91:14: “Por cuanto en mí ha puesto su voluntad, yo también lo libraré” y también en el Salmo 50:15: “E invócame en el día de la angustia: te libraré”. Usted lo ha hecho, y él le ha dado una salida. Nuestras vidas son monumentos de misericordia; hemos vivido entre leones, pero hemos sido preservados (Sal.
57:4). La zarza ardiente era un emblema de la iglesia preservada milagrosamente.
6. Hay promesas en el mundo para ordenar y dirigir los acontecimientos de la providencia para beneficiarlo grandemente a usted; tal es la promesa (Rom. 8:28): “Y sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien”. No tema, cristiano, no importa el estado en que ahora se encuentra; mientras sea arrojado de aquí para allá en las ondas inestables de este mundo, encontrará, ciertamente, cuando llegue al cielo, que todas las dificultades de su
vida eran guiadas firmemente por esta promesa como un barco en el mar es dirigido a su puerto por el compás o la estrella polar.

IV. Aplicación
Qué queda ahora más que volver a insistirle; 1. Que entre en esta cámara de fidelidad divina; 2. Que cierre la puerta detrás suyo; 3. Y que entonces viva confortablemente allí durante los días malos.
1. Entre en esta cámara de la fidelidad de Dios por medio de la fe, y escóndase allí.
Todo hombre es una mentira, pero Dios es verdad, eterna e inmutablemente fiel. ¡Oh! deposite su fe en esto, descanse en esto. Ahora bien, hay dos grandes argumentos de peso para instarlo a entrar en esta cámara de fidelidad divina. El primero se basa en la naturaleza de Dios, “que no puede mentir” (Tito 1:2). “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no hará?; habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm. 23:19). Recuerde sobre qué base eterna y firme se basa la fidelidad de Dios. Estas son cosas inmutables (He. 6:18). Sobre esto se basó Abraham (Rom. 4:21): “Plenamente convencido de que todo lo que había prometido, era también poderoso para hacerlo”. Tuvo por fiel al que prometió. ¿Qué esperaría o exigiría usted de la persona en que va a confiar?
Espere una promesa clara; y ¡atención! cuenta usted con mil a través de la Biblia, adecuadas para todas las circunstancias de su alma y cuerpo. Por lo tanto, puede rogarle a Dios, como lo hiciera David (Sal. 119:49): “Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar”. Así también rogó Jacob (Gén. 32:12): “Y tú has dicho: Yo te haré bien”. Estos son los votos y las obligaciones de Dios.
Espere el poder suficiente como para cumplir lo que promete. En Dios, esto es un fundamento justo de fe, (Isa. 26:4): “Confiad en Jehová perpetuamente: porque en el Señor Jehová está la fortaleza de los siglos”. Por la fortaleza de él podemos esperar en él: las criaturas no pueden, pero Dios sí puede hacer lo que determina hacer.
Espere una bondad y misericordia infinitas de parte del Señor que lo predisponen a ayudarle y salvarle. Así es aquí (Sal. 130:7): “Espere Israel a Jehová; porque en Jehová hay misericordia y abundante redención con él”. Y Moisés rogó (Éxo. 33:18): “Ruégote que me muestres tu gloria”. El pedido era de poder ver la gloria de Dios: La respuesta fue: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro”, lo cual nos indica que aunque los atributos de Dios son gloriosos, aquello en lo que más se gloría es su bondad.
Espere que ninguna de sus promesas serán jamás borradas o manchadas en ningún momento por su infidelidad; y así lo afirma aquí (Josué 23:14). No ha fallado una sola cosa; todo se ha cumplido, las edades han sellado esta conclusión. Tu palabra es verdad, tu palabra es verdad.
El segundo se basa en el aliento que brindan todas las experiencias pasadas, tanto de los demás como las suyas propias, como un argumento para instarlo a entrar en esta cámara de seguridad, la fidelidad de Dios.
Cuenta usted con las experiencias de los demás. Los santos han considerado las experiencias de otros que vivieron mil años antes que ellos, como argumentos excelentes para aumentar su fe. Así fue según Oseas 12:4. Tenía poder sobre el ángel, y prevaleció; lo encontró en Betel, y allí nos habló. Recuerde que había un José en la cárcel con nosotros, un Jeremías en el calabozo, un Daniel en el foso, un Pedro en cadenas y un Ezequías al borde de la muerte; y todos ellos encontraron la ayuda de Dios que los protegió con la mayor fidelidad, salvándolos de todas sus dificultades. A esto se aplica el Salmo 22:4, 5: “En ti esperaron nuestros padres: esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados: esperaron en ti, y no se avergonzaron.”
Sus propias experiencias pueden ser de aliento para su fe: Así fue con David (1 Sam 17:37): “Jehová que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este Filisteo”. También en el caso de Pablo sus experiencias eran un aliento para su fe; dijo en 2 Cor. 1:10: “El cual nos libró y libra de tanta muerte; en el cual esperamos que aun nos librará”. Entre en la fidelidad de Dios por fe.
2. Que cierre la puerta detrás suyo
Le ruego que cierre la puerta detrás suyo, dejando fuera todas las dudas incrédulas, los celos y las desconfianzas en la fidelidad de Dios; el mejor de los hombres puede encontrarse con tentaciones de esta naturaleza; como el bueno de Asaph, quien aunque era un santo eminente dijo: (Sal. 77:7, 8): “¿Desechará el Señor par siempre, y no volverá más a amar? ¿Ha se acabado para siempre su misericordia? ¿Ha se acabado la palabra suya para generación y generación?” Estos celos pueden entrar solapadamente en la mente de los hombres,
especialmente cuando Dios demora la respuesta a nuestra oración que esperábamos contestara inmediatamente; nos apura recibir una respuesta rápida, olvidando que nuestras épocas de oración son nuestros tiempos de siembra; y cuando hemos sembrado la preciosa semilla, tenemos que esperar el tiempo de la cosecha, como lo hace el granjero. Aun un precioso Hemán puede tener un ataque de incredulidad y depresión cuando las respuestas de
Dios están en suspenso (Sal. 88:9, 10, 11).
Será difícil cerrarle la puerta a la incredulidad cuando todos nuestros sentidos y razonamientos parecen obrar en contra de la promesa; se requerirá la fe de un Abraham en un momento así para glorificar a Dios, creyendo con esperanza a pesar de que todo indique lo contrario (Rom 4:18). Si espera usted disfrutar del dulce reposo y descanso de un cristiano en tiempos malos, tiene que resolver, sea lo que sea que sus ojos vean o sus sentidos reporten, aferrarse a esto como la conclusión más segura; Dios es fiel y su palabra es segura, y que aunque haya:
“Nube y oscuridad alrededor de él: justicia y juicio son el asiento de su trono” (Sal. 97:2).
3. Que entonces viva confortablemente allí durante los días malos.
¡Oh! ¡que de una vez aprendiera usted a depender firmemente en la fidelidad de Dios, y a obtener de ella su alivio y sostén diario, en los momentos cuando está oprimido y es atacado!
1. Por problemas espirituales. Cuando camina en la oscuridad y no tiene luz, entonces debe vivir por actos de fe y completa dependencia del más fiel (Isa. 50:10).
2. Por dificultades temporales; así lo hizo el pueblo de Dios en la antigüedad (He. 11:17, 18, 19). Vivieron por fe en este atributo, cuando faltaban todos los conforts y provisiones.
Pero especialmente, ¡quiero advertirle y prevenirle contra cinco enemigos principales de su descanso en la fidelidad de Dios!
1. Los cuidados que distraen, que dividen la mente y carcomen la paz y el confort del corazón y, peor de todo, reflejan deshonra a Dios quien ha prometido su fidelidad y verdad para nuestra seguridad; contra estos, le ruego, tranque la puerta con estos dos pasajes, (Fil. 4:6): “Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias” y (1 Ped. 5:7): “Echando toda vuestra solicitud
en él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
2. Tranque la puerta contra la depresión impía, otro enemigo del dulce descanso de su alma en esta cámara cómoda y silenciosa de fidelidad divina: descubrirá que lo ataca lentamente un estado de ánimo indebido e incómodo, a menos que crea y lo razone, como lo hizo David (Sal. 42:11): “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te conturbas en mí? Espera a Dios; porque aun le tengo de alabar”.
3. Tranque la puerta de su corazón contra las políticas carnales y los vaivenes pecaminosos, que batallan contra su propia fe en la fidelidad de Dios tanto como cualquier otro enemigo. Ésta fue la falta del buen David en el día de la dificultad (1 Sam. 27:1): “Y dijo David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl: nada por tanto me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos”. ¡Ay, pobre David! ¿No tiene nada mejor que esto?
Hubo un tiempo cuando podía pensar en una salida mejor, cuando podía decir que cuando tuviera temor confiaría en Dios. ¡Cómo se ha olvidado en esta situación! ¿Le fallaría ahora el antiguo refugio en Dios? ¿Pueden los filisteos apresarlo mejor que las promesas? ¿Volará de su mejor amigo hacia sus peores enemigos? Pero no nos extrañemos de David, quien tuvo la misma reacción nuestra, casi inevitable en casos similares.
4. Cierre la puerta contra el descontento y las murmuraciones, contra las disposiciones de la providencia, sea lo que sea que siente o teme le insto a no ser un estoico apático ni insensible a los males de la época, que descarta el ejercicio de la paciencia. Si todos los mártires hubieran tenido parálisis antes de llegar a la hoguera, su fe y paciencia no hubieran triunfado tan gloriosamente como lo hicieron; cuídese de quejarse contra los caminos y la voluntad de Dios, lo cual obra como ninguna otra cosa contra su fe y la paz y quietud de su corazón.
5. Para concluir, cierre la puerta contra todas las sospechas y desconfianzas en cuanto a la firmeza y estabilidad de las promesas cuando todo su mundo se sacude y tiembla bajo sus pies; cuídese de preguntas peligrosas como ésta (Sal. 77:8): “¿Hase acabado la palabra suya?” Estas son las cosas que socavan el fundamento de tanto su fe como de su tranquilidad.
En una palabra, poner su alma en esta cámara de descanso, y cerrar la puerta detrás suyo es todo lo que tiene que hacer para descansar en Dios y disfrutar el placer de una alma entregada en las manos de un Creador fiel, oponiéndose con la fidelidad de Dios a todo el capricho e incredulidad que encuentra diariamente en los hombres, (Mic. 7:6, 7), sí, al ecaimiento y desvanecimiento de su propia fortaleza y habilidad naturales (Sal. 73:26): “Mi carne y mi corazón desfallecen: mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.”
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John Flavel (c. 1630-1691): Presbiteriano inglés y pastor en Dartmouth, Devonshire, Inglaterra. Autor prolífico de obras evangélicas como The Fountain of Life Opened (La fuente de la vida abierta) y Keeping the Heart (Guardando el corazón). Sus vívidas ilustraciones daban como resultado sermones memorables y transformadores de vidas. Uno de sus oyentes dijo que “los que pueden estar bajo su ministerio sin que éste los afecte tiene que tener una cabeza muy blanda o un corazón muy duro, o ambos. Nació en Bromagrove, Worcestor.

sábado, 11 de abril de 2015

La insensatez de la indeterminación en la religión (por Jonatán Edwards)


"Y Elías vino a todo el pueblo, y dijo: ¿Hasta cuándo van a cojear entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, síganle; pero si es Baal, entonces síganle a él. Y el pueblo no le respondió ni una palabra." (1 Reyes 18:21)

Es la manera de Dios, antes de dar alguna señal de Su misericordia al pueblo, prepararlo primero para ello; y antes de quitar algún juicio que El trajo sobre ellos por sus pecados, El quiere que primero el pueblo abandone estos pecados que provocaron el juicio. Tenemos un ejemplo de esto en el contexto.
Jonathan Edwards
Hubo hambre en Israel. No había caído ni lluvia ni rocío por tres años y seis meses. Esta hambruna fue un juicio por la idolatría del pueblo. Ahora Dios estaba por quitar este juicio. Entonces, para preparar al pueblo, envía a Elías para convencerles de la insensatez de la idolatría, y para llevarles al arrepentimiento.
Para hacer esto, Elías se presenta ante el rey Acab, y le instruye a juntar a todo Israel en el monte Carmelo, y a todos los profetas de Baal, para determinar el asunto y acabar con la controversia, si Jehová era Dios o si Baal lo era. Para esto, Elías propone que él iba a tomar un buey, y los profetas de Baal otro buey, y que cada uno corte su buey en pedazos, lo ponga sobre leña, pero sin encender fuego; y el Dios que iba a responder con fuego, sería el Dios verdadero.
En esa ocasión, Elías dijo al pueblo las palabras: "¿Hasta cuándo van a cojear entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, síganle; pero si es Baal, entonces síganle a él." - Y el pueblo no le respondió nada.

En estas palabras podemos observar:

1. Cómo Elías reprende al pueblo por estar cojeando tanto tiempo entre dos pensamientos.

Los dos pensamientos eran, si el Señor era Dios, o si Baal era Dios. Hubo algunos en Israel que estaban completamente del lado de Baal, y rechazaban completamente al Dios verdadero, como Jezabel y los profetas de Baal. Y hubo algunos que estaban completamente del lado del Dios de Israel, y completamente rechazaban a Baal, como Dios dijo a Elías que "él se había reservado en Israel a siete mil que se no habían arrodillado ante Baal", 1 Reyes 19:18.
Pero el resto del pueblo cojeaba entre las dos opiniones. No sabían cuál escoger; y muchos no tenían ninguna religión en absoluto; no estaban determinados en nada; estaban confundidos entre las diferentes opiniones. Muchos de los que profesaban creer en el Dios verdadero, estaban fríos e indiferentes.

2. Esta reprensión implica que el cojear entre dos pensamientos es insensatez.

"Si el Señor es Dios, síganle; pero si es Baal, entonces síganle a él." Esto implica que el pueblo debería decidirse por el uno o por el otro. - Observamos el silencio del pueblo. Parece que en sus conciencias fueron convencidos de su insensatez; ellos no tenían nada que responder para justificarse.

Enseñanza: La indeterminación en la religión es muy insensata.

I. Muchas personas permanecen muy indeterminados en cuanto a la religión. Muchos que son bautizados, y profesan su religión, y parecen ser cristianos, están en sus mentes todavía cojeando entre dos pensamientos: nunca llegaron plenamente a una conclusión de si quieren ser cristianos o no. Fueron enseñados la religión cristiana en su niñez, y escuchan la prédica de la Biblia, pero continúan y crecen y envejecen en un estado no resuelto de si quieren comprometerse con el cristianismo o no; y muchos continúan así toda su vida.

1. Algunas personas nunca determinaron en sus mentes, si hay alguna verdad en la religión o no. Escucharon de las cosas de la religión desde su niñez, pero nunca llegaron a una conclusión en su mente de si esto es real o fantasía. En particular, algunos nunca determinaron en sus mentes si existe algo así como la conversión. Escucharon hablar mucho de ello, y saben que muchos pretenden haberlo experimentado; pero nunca resolvieron si todo esto quizás sería solo hipocresía y pretensión.
Algunos nunca llegan a una determinación de si las Escrituras son realmente la palabra de Dios, o el invento de hombres; y si las historias acerca de Jesucristo quizás son solo fábulas. Temen que todo es verdad, pero a veces dudan mucho de ellos. Cuando escuchan argumentos a favor, asientan que es verdad; pero cuando surge una pequeña objeción o tentación, lo cuestionan otra vez; así siempre vacilan y nunca se deciden.

2. Algunos nunca determinaron si desean entregarse a la práctica de la religión. Probablemente la mayoría decide ser religiosos en algún momento antes de morir; porque nadie desea ir al infierno. Pero siempre postergan la decisión, y nunca llegan a una conclusión en cuanto a su práctica en el presente.
Hay muchos que nunca resolvieron el asunto de buscar, y dedicarse seriamente, a la salvación. Se halagan a sí mismos que podrían obtener la salvación aunque no la buscan tan seriamente, aunque se preocupan más por los asuntos del mundo que por su salvación. Escucharon muchas veces que debían buscar la salvación con todas sus fuerzas, pero nunca se convencen realmente de ello.
Muchos nunca determinaron cuál parte escoger. Hay solo dos posibilidades que Dios ofrece al hombre: una es este mundo, con los placeres y beneficios del pecado, a los que sigue la miseria eterna; la otra es el cielo y la gloria eterna, con una vida negándose a sí mismo y respetando todos los mandamientos de Dios.
Muchos nunca llegan a una decisión entre los dos. Quisieran tener el cielo y este mundo también; quisieran tener la salvación y el placer del pecado también. Pero considerando el cielo y el mundo como Dios los ofrece, no tendrán ninguno de los dos. Dios ofrece el cielo solo con la negación de sí mismo y las dificultades que están en el camino; y ellos no quieren tener el cielo con estas condiciones. Dios ofrece el mundo y los placeres del pecado solo junto con la miseria eterna; y así ellos no quieren el mundo tampoco.
De hecho, en la práctica y en efecto, ellos escogen el pecado y el infierno. Pero en sus propias mentes no llegan a una conclusión. Mientras no encuentran ninguna dificultad o tentación, y pueden hacer su deber, como dicen, sin herirse mucho a sí mismos ni negarse mucho sus inclinaciones carnales, parecen escoger el cielo y la santidad. En otros momentos, cuando encuentran dificultades en su deber, y grandes tentaciones de beneficios mundanos, entonces escogen el mundo, y se apartan del cielo y de la santidad.
Así pasan su vida sin decidirse, aunque en la práctica escogieron el servicio de satanás. De estas personas dice Santiago en 1:8: "El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos."

II. Continuar en este estado indeterminado en las cosas de la religión, es muy insensato, por las siguientes razones:

1. Las cosas de la religión son de suma importancia para nosotros. Si Dios existe o no; si las Escrituras son la palabra de Dios o no; si Cristo es el Hijo de Dios o no; si existe la conversión o no - esto hace una diferencia infinita en nuestra vida. Por tanto estamos bajo la más grande obligación de resolver en nuestras mentes si estas cosas son verdad o no. El que permanece indeterminado, y no investiga en estas cosas, actúa de manera muy insensata. En vez de buscar e investigar acerca de los argumentos a favor y en contra, ocupan sus mentes con cosas infinitamente menos importantes; y actúan como si no les importaría si existe la eternidad.
Ningún hombre sabio se quedaría insatisfecho en esta pregunta; porque si la eternidad existe como las Escrituras aseguran, entonces cada uno de nosotros tiene su parte allí, o en el lugar de la recompensa eterna, o en el lugar del castigo eterno. Entonces no podemos quedarnos indiferentes hacia estos asuntos. Se trata de estados opuestos, no solo por algunos días en este mundo, sino por toda la eternidad. Es una locura infinita no llegar a una determinación.

2. Dios nos creó como criaturas razonables, capaces de determinar de manera racional. Dios hizo al hombre capaz de descubrir la verdad en los asuntos de la religión. La solución de estas preguntas no es más allá de nuestras capacidades.
Dios dio al hombre suficiente entendimiento para que pueda determinar qué es lo mejor, llevar una vida de negarse a sí mismo y disfrutar de la felicidad eterna, o disfrutar del pecado y quemar en el infierno para siempre. La pregunta no es difícil - la razón de un niño sería suficiente para determinarla. Por tanto, los hombres que permanecen indeterminados, actúan no como criaturas razonables, sino "como el caballo y el mulo, que no tienen entendimiento" (Sal.32:9).

3. Dios pone en nuestras manos la oportunidad de decidir nosotros mismos. ¿Qué mejor oportunidad puede desear un hombre, que tener la libertad de escoger su propio destino? Dios ha puesto la vida y la muerte delante de nosotros (Deut.30:19). Por tanto, los que descuidan su decisión, actúan de manera irrazonable, porque están tapando su propia luz, y descuidan una oportunidad tan gloriosa.

4. No tenemos muchas opciones entre las que escoger, sino solamente dos: la vida o la muerte, la bendición o la maldición, una vida de obediencia perseverante con gloria eterna, o una vida mundana, carnal, malvada, con miseria eterna. Si tuviéramos muchas opciones, y muchas de ellas tuvieran casi el mismo valor, entonces sería más entendible si alguien se queda indeciso por mucho tiempo. Pero hay solo dos alternativas.
Y hay solo dos estados en este mundo: el estado del pecado y el estado de santidad; el estado natural y el estado convertido. Hay solo dos caminos para viajar, el camino angosto que lleva a la vida, y el camino ancho que lleva a la destrucción.

5. Dios nos ha dado toda la ayuda para decidir. Las Escrituras están abiertas ante nosotros, y todas las doctrinas del evangelio están expuestas, con sus razones y evidencias. Podemos buscar y probar su fuerza y suficiencia a nuestro antojo.
Tenemos claramente expuestas ante nosotros las ventajas de ambos lados; la pérdida y la ganancia están específicamente declaradas. Cristo nos dijo fielmente lo que recibiremos, y lo que perderemos, al hacernos Sus seguidores. También nos dijo lo que recibiremos, y lo que perderemos, con una vida de pecado.
El nos dijo claramente que debemos tomar la cruz diariamente y seguirle a El; que debemos aborrecer a padre y madre, y esposa ye hijos, y hermanos y hermanas, y aun nuestra propia vida, para ser Sus discípulos. Tenemos la oportunidad de calcular el costo imparcialmente por ambos lados, y somos instruidos a hacerlo (Luc.14:28). - Cuán irrazonable es, entonces, permanecer indeciso y no llegar a una conclusión de si uno quiere ser cristiano o pagano, ser de Dios o del diablo.

6. No podemos esperar estar más tarde en mejores condiciones para decidir que ahora. Nunca tendremos una revelación más clara de la verdad del evangelio; nunca tendremos una exposición más clara de las ventajas y desventajas de ambos lados como ya la tenemos en la palabra de Dios; y no es probable que algún día sepamos mejor qué es bueno para nosotros. Entonces, los que postergan su decisión, solo están dando a satanás más oportunidad de oscurecer sus mentes, de engañarles y de llevarles por el camino equivocado.

7. Si alguién no llega a una decisión en esta vida, Dios decidirá por él, y le dará su parte con los malvados. Si los pecadores, al negarse a escoger o el cielo o el infierno, pudieran evitar ambos, su necedad no sería tan grande. Pero este no es el caso; si ellos permanecen indecisos, Dios decidirá por ellos, y su parte será en el lago que arde con fuego y azufre para siempre.

8. El que posterga la decisión es irrazonable, porque no sabe cuán pronto habrá pasado la oportunidad de decidir. Esta oportunidad dura solamente mientras estamos con vida; una vez que acaba la vida, el asunto estará cerrado.
Aquellos que perdieron esta oportunidad, estarían felices si pudieran escoger después; entonces no dudarían en qué escoger. Los juicios de los pecadores, después de esta vida, se resuelven rápidamente. Pero entonces será demasiado tarde; su oportunidad pasó. Ellos darían el mundo entero por una segunda oportunidad de escoger; pero no la tendrán.

APLICACIÓN

I. Que cada uno se examine a sí mismo, si ya llegó a una determinación plena en el asunto de la religión.

Primero, ¿ya llegaste a una determinación plena en cuanto a la verdad de la religión? ¿o queda todavía una cuestión no resuelta?

1. Si tu razón principal para aceptar la verdad de la religión es, que otros lo creen, y que te han instruido así desde niño; entonces para ti la verdad de la religión todavía está indeterminada. La tradición y la educación nunca asegurarán la mente en una fe satisfactoria y eficiente en la verdad. Una tal fe no soportará ningún choque; una tentación o una prueba la derribará fácilmente.
Hay multitudes que parecen estar seguros en la verdad de la religión, pero el fundamento de su fe es solo la tradición de sus padres, o la religión de sus prójimos; y temo que este es el caso de muchos que se consideran buenos cristianos. Mientras nunca han visto alguna otra evidencia para satisfacerles, están todavía cojeando entre dos pensamientos.

2. Si llegaste plenamente a una determinación en cuanto a la verdad de la religión, entonces estas cosas tendrán para ti más peso que cualquier cosa en el mundo. Si estás realmente convencido de que esto es realidad, entonces necesariamente esto te influenciará más que cualquier cosa del mundo; porque estas cosas (de la religión) son tan grandes, y exceden tanto las cosas temporales, que no puede ser de otra manera. El que realmente está convencido de que el cielo y el infierno existen, y el juicio eterno; y que la felicidad y la miseria del futuro son tan grandes como las Escrituras lo representan; y que Dios es tan santo, justo, y celoso, como El declaró acerca de sí mismo; el que realmente está convencido de todo esto, será influenciado por ello más que por cualquier cosa del mundo. Se preocupará más por escapar de la condenación eterna y por tener el favor de Dios y la vida eterna, que por ganar el mundo, agradar a la carne, complacer a sus prójimos, recibir honra, o ganar cualquier ventaja temporal. Su preocupación principal no será, "¿qué comeremos, y qué beberemos?" (Mat.6:31), sino "buscará primero el reino de Dios y su justicia" (Mat.6:33).
Examínate en este punto. ¿No está puesto tu corazón primeramente hacia el mundo y sus cosas? ¿No es tu preocupación asegurar tus intereses externos, más que asegurar tu interés en el cielo? ¿Y no es esta la razón por qué nunca viste la realidad de las cosas eternas?

Segundo, ¿ya llegaste a una determinación respecto a la práctica de la religión?

¿Escogiste el cielo junto con el camino que lleva allá, o sea, la obediencia y negarte a ti mismo, y renunciaste a este mundo y los caminos del pecado? ¿Has determinado elegir como lo mejor, dedicarte al servicio de Dios?

Las siguientes son señales de que los hombres cojean entre dos pensamientos en este asunto:

1. Postergar el deber para después. Si alguien tiene muy buenas intenciones en cuanto a lo que hará mañana, pero actos muy insatisfactorios hoy; si dice como Félix: "Anda por esta vez, te volveré a llamar cuando tenga un tiempo conveniente" (Hech.24:25) - entonces es una señal de que está cojeando entre dos pensamientos. Aquellos que decidieron plenamente que la religión es necesaria, no desearán postergarla, sino se ocuparán de ella en el presente e inmediatamente.

2. Igualmente, cuando alguien es estrico y concienzudo en algunas cosas, pero no universal en su obediencia; hace algunos deberes pero omite otros; evita algunos pecados pero se permite otros; está consciente de sus deberes de adoración pública y privada, pero no de su comportamiento con sus prójimos; no es justo en sus negocios, ni concienzudo en pagar sus deudas; no trata a los demás en la manera que él mismo quisiera ser tratado, pero actúa en maneras torcidas y perversas.
Lo mismo, cuando alguien es justo en sus negocios y se comporta bien con sus prójimos, pero no es concienzudo en otras cosas: se permite apetitos sensuales, come o bebe en exceso, o se permite la lascivia; o si es honesto y moderado, pero no domina el uso de su lengua, calumniando e insultando a sus prójimos - 2 Tim.3:6-7.

3. Es una señal de que estás cojeando entre dos pensamientos, si a veces estás considerablemente dedicado a la religión, pero en otros momentos la descuidas; a veces estás resuelto a buscar seriamente la salvación, y en otros momentos completamente absorbido en las cosas del mundo.
Esto demuestra que todavía eres inconstante en todos tus caminos. Si tu determinación fuera fija en la religión, entonces estarías más constante en tu práctica.

4. Es una señal de que estás cojeando entre dos pensamientos, si evitas tu deber cuando alguna dificultad viene en tu camino, o cuando tu deber interfiere con tus propios intereses, con tu comodidad, o con tu honra temporal. No importa cuan celoso y estricto seas normalmente en las cosas de la religión, todavía no llegaste a una determinación plena. A lo más, llegaste hasta donde llegó el rey Agrippa, quien fue casi persuadido a volverse cristiano (Hech.26:28). Estás en el estado de la tierra pedregosa, no tienes raíz en ti, y como un árbol sin raíz, estás fácilmente derribado por cualquier viento.

II. Concluiré con una exhortación seria a todos, de no seguir cojeando entre dos pensamientos, sino llegar inmediatamente a una determinación, si desean ser cristianos o no. Decide si deseas tener el cielo, con una vida de obediencia universal y perseverante; o el infierno, con una vida disfrutando de este mundo. - Considera lo que fue dicho, demostrando la insensatez de continuar en tal indecisión acerca de un asunto de infinita importancia para ti. - Considera, además, estos dos puntos:

1. Aquellos que viven en conocimiento del evangelio, y continúan indecisos en cuanto a la religión, son más abominables para Dios que los paganos. El odia a aquellos que continúan año tras año bajo los llamados, y advertencias, e instrucciones de la palabra de Dios, y sin embargo no llegan a ninguna determinación y no quieren ser ni cristianos ni paganos. Estos son de los que habla Apocalipsis 3:15-16: "Yo conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. ¡Oh, si fueras frío o caliente! Así como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca." Estos son los que "siempre están aprendiendo, y nunca llegan al conocimiento de la verdad" (2 Tim.3:7).

2. Si sigues negándote a llegar a una determinación de si quieres ser cristiano o no, ¡cuán justo sería, si Dios no te diera ninguna oportunidad futura! Si rehúsas decidirte en absoluto - después de todo lo que fue hecho para exponer la vida y la muerte tan claramente delante de ti, llamándote y advirtiéndote -, cuán justo sería, si Dios rehusara seguir esperándote, y en lugar de ello, por su sentencia inalterable, fijara tu lugar con los incrédulos, y te enseñara la verdad por medio de una experiencia triste y fatal, cuando sea demasiado tarde para escoger tu parte.

Soli Deo Gloria.